El viaje de Cristian Rosacruz
El conocimiento de Dios no consiste en palabras, ni en un conocimiento meramente especulativo y superficial, sino en un sentimiento vital, consolador y divino; en un placer puro e incontaminado, que se esparce suavemente hasta el corazón, y lo impregna de una indescriptible dulzura celestial.
Johann Arndt (Cristianismo auténtico)
El viaje es el símbolo de un camino interior.
Y todo camino interior es un esfuerzo por volver a encontrar lo perdido, por recordar lo olvidado, por regresar de nuevo a la casa paterna. De ahí que la palabra “religión”, que etimológicamente hace referencia a “religar”, volver a unir, también exprese la idea de “releer”, es decir, volver a leer, recordar lo que hemos olvidado.
Para recorrer este viaje interior, existen tres vías fundamentales: la vía mística, la vía gnóstica, la vía mistérica. Estas tres vías son resumidas con claridad al final del libro T (Liber Theos, o Libro de Dios), que los hermanos encontraron en la mano de Cristián Rosacruz cuando hallaron su tumba:
Ex Deo nascimur
In Iesu morimur
Per Spiritum Sanctum reviviscimus
La vía mística es aquélla que encuentra la unión directa con Dios, que lo reconoce en cada ser, en cada criatura, o lo que es lo mismo, que puede expresar: De Dios nacemos.
La vía gnóstica es aquélla que establece un puente entre el aspecto divino y el aspecto humano. Atravesar este puente supone traspasar las puertas de Saturno, entregarte por completo a la naturaleza divina del ser: Morimos en Jesús.
La vía mistérica, la vía de la iniciación, es el aprendizaje que el candidato lleva a cabo en las Escuelas de Sabiduría, a través del cual adquiere el verdadero conocimiento de sí mismo que le capacita para una transformación real del ser: Por el Espíritu Santo revivimos.
Fuente: Catálogo de la Exposición: 400 años de la Rosacruz en el mundo, (editado por Ediciones Fundación Rosacruz)