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UNAS PALABRAS SOBRE LO QUE ESTAMOS VIVIENDO

Carta abierta a todos los Interesados en La Rosacruz Áura.

Por tercera vez en este siglo 21 la humanidad ha sido confrontada con una crisis sin precedentes. La primera en 2001 con el atentado de las Torres Gemelas. La segunda en 2009 con el desplome de la Banca mundial. La tercer en 2020 con el Coronavirus.
Seguridad, economía y salud han sido sucesivamente sacudidos con violencia.
Son tres actos de una ópera, cuya música de fondo tiene como estribillo el masivo deterioro del medioambiente y todas las formas de vida.
Tras el shock inicial generado por las 2 anteriores crisis, la humanidad regresó tranquilamente a sus rutinas, a su voracidad consumista y a su afán por la diversión constante. Sólo una parte relativamente pequeña de la humanidad experimentó un salto cualitativo en su toma de consciencia de la precaria realidad en la que la humanidad desenvuelve su existencia. Y esa parte de la humanidad no ha cesado de hacerse preguntas sobre el sentido de la vida. Y esa parte de la humanidad ha proyectado su inquietud en el éter del mundo, subrayando la necesidad de colocar el sentido espiritual de la existencia por encima de la seguridad y la economía. Es justamente esa parte la que ha impedido lo que hubiese sido lo más normal que ocurriera, y de hecho está ocurriendo en algunos países gobernados por dirigentes con una orientación materialista extrema: dejar que el virus haga su trabajo tranquilamente sin que la maquinaria productiva y las finanzas se vean afectadas, y que tras la epidemia la humanidad se haya desembarazado de lo que -para ese tipo de personas- de un peso no productivo muy costoso para las arcas del estado: los ancianos, enfermos y discapacitados.
Esa parte de la humanidad más despierta y con valores éticos muy asentados, así como con una aspiración a elevados valores espirituales, es sin duda el origen de una presión psicológica sobre los dirigentes mundiales para que sacrifiquen la economía con tal de salvar a los débiles, ancianos y desfavorecidos.
La cuestión que está en el aire es, por tanto: ¿qué ocurrirá después de esta pandemia?
¿Volverá de nuevo la lucha encarnizada de las diferentes tendencias políticas, obsesionadas por sus propios intereses y privilegios, en vez de afrontar el reto inaplazable de introducir una nueva forma de vida que no sólo sea sostenible y respetuosa con el medio ambiente, sino que conduzca con mucha energía a que la naturaleza recupere rápidamente su equilibrio?
Para la Rosacruz y para todos aquellos que se han unido a ella, estas crisis tienen además un vector más. Hay una perspectiva que, sin menospreciar ni debilitar todo lo dicho anteriormente, le dan un carácter muy especial.
¿De qué estamos hablando?
Queremos decir que la crisis medioambiental, social, económica y de salud pública que estamos afrontando sucesivamente desde hace 20 años, y cuyos orígenes se encuentran evidentemente en la revolución industrial, no es simplemente el resultado de la acción desconsidera de la humanidad, no es el efecto químico y biológico de la insensatez en la conducta medioambiental de la humanidad.
Desde hace un siglo la Rosacruz viene anunciando que en el siglo 21 la humanidad va a entrar -y ya ha entrado- en una fase de cambio estructural en su atmósfera espiritual. Y ese cambio estructural tiene que ver con el hecho de que el quinto éter, el éter eléctrico o éter de fuego, está siendo atraído a la biosfera en la que también se desenvuelve la vida de nuestra humanidad.
En el recorrido séptuple del desarrollo humano, el aflujo de éteres ha marcado cada etapa. Y así como, por ejemplo, el período que va desde el siglo 6 antes de Cristo hasta el siglo 20 ha estado marcado por el aflujo masivo del 4º éter, el éter del pensamiento o éter reflector, lo que ha conllevado el extraordinario desarrollo de las facultades mentales e intelectuales de la humanidad en su conjunto, el período que ha comenzado a mediados del siglo 20 y se va a proseguir con una fuerza muy intensa en el siglo 21, está caracterizado como decíamos por el aflujo del 5º éter. Ese quinto éter tiene por objetivo el desarrollo de las facultades de pensamiento superiores del ser humano, es decir: el desarrollo de su inteligencia espiritual y la plasmación en formas concretas de conducta de una ética superior basada en valores transcendentes respecto a la vida material.
La vida mental tanto la corriente como la superior tienen directamente que ver con la atmósfera que respiramos. El aire es el fluido por el que circulan las ideas y las corrientes de pensamiento. Y por tanto es también el vehículo de los éteres superiores. Y este cambio atmosférico genera como no puede ser de otro modo dificultades respiratorias crecientes. A no ser que, por nuestra vida interior y el desarrollo de un estado de alma superior, basado en las leyes del Espíritu, nos abramos al aflujo de la nueva ideación que quiere tomar cuerpo en nuestra humanidad procedente del corazón espiritual del sistema solar.
Las implicaciones que ese estado de alma superior conlleva son:
– un desprendimiento interior de los valores materialistas,
– una relación humana basada en el amor al prójimo y la cooperación altruista,
– un permanente esfuerzo por distinguir aquello que tiene un valor transitorio, perecedero y por ello mismo no esencial, de lo verdaderamente duradero, espiritual y verdaderamente divino en el ser humano, y la correspondiente inteligencia de establecer en ello una clara línea de prioridades.
Ese estado de superación del egoísmo y egocentrismo, para elevar la consciencia en una percepción heliocéntrica, cuyo centro es el núcleo espiritual en cada ser humano, es el fundamento del trabajo de la Rosacruz, y este esfuerzo adquirirá una importancia creciente en los tiempos que se avecinan.
La pandemia pasará dentro de unas semanas o meses, y luego vendrá la evaluación de los daños y consecuencias. Y poco a poco se irán mitigando las expresiones de fraternidad y solidaridad que han caracterizado estas semanas de confinamiento y crisis aguda. Lo más probable es que en el mundo aumente el porcentaje de almas que hayan despertado a una comprensión superior, como ya ocurrió en las dos crisis precedentes, que se unan en los planos sutiles a quienes ya, por cientos de miles, han ido despertando a esa creciente comprensión interior y la consiguiente necesidad de un verdadero cambio en la propia vida y a continuación en la de la sociedad.
El resto de la humanidad, la mayor parte, regresará a su rutina anterior como pueda.
Cada crisis es una contracción de parto de una nueva humanidad. Una nueva humanidad que se está gestando silenciosamente, en el secreto del corazón del Alma del Mundo.
Preceder a la humanidad en ese proceso de renacimiento es la misión que ha asumido la Rosacruz Áurea.
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27 de Marzo de 2020