Un tiempo para las almas
Un tiempo para las almas
Cuando nos enamoramos, estamos dotados con el brillo de las almas, que apenas percibimos y que naturalmente existen allí. Durante los años juntos el alma nunca impone. Está olvidado, oscurecido por todos esos proyectos.
Texto: Kesy Bender, País: Alemania, Imagen: StockSnap a través de Pixabay CCO
Íntimo. Tu cara tan cerca de la almohada. El azul de tus ojos. Las hebras de plata en tu cabello. La forma en que tu boca se curva cuando estás acostado de lado. Cada mañana, esto es lo que veo. Cada mañana siento tu olor. Cada mañana me despierto a tu lado. De hecho, de hecho.
Pero realmente no te veo. Con demasiada frecuencia te miré, te olí, escuché tu voz. Antes de hablar sé lo que vas a decir. Escucho lo que espero oír. Percibo lo que quiero que sea la verdad. Me encuentro a mí mismo, no a ti.
Esa es la forma en que está. Así es como la mayoría de las personas envejecen juntas. Siempre las mismas combinaciones de palabras, repitiendo como un reloj. Siempre las mismas cosas que tenemos en común, las mismas diferencias, los mismos conflictos. Bien ensayado durante años de familiaridad, algunas cosas se han convertido en rituales. Hábitos rígidos, sin vida. La forma en que es.
Volver al punto de partida. A la apertura incondicional de cuando nos estábamos conociendo. Cuando nuestros corazones se vieron unos a otros. Pero el comienzo sigue siendo el principio. Imposible de restaurar. Sigue siendo mágico, perteneciente al pasado. El punto de partida de nuestro viaje juntos. No hay “vuelta al cuadrado uno”.
Y sin embargo: algo más puede ser recuperado. La magia misma. El encuentro abierto. Reconocer al otro ser humano cuando las capas de la personalidad se están pelando. Algo se ilumina, frágil y brillante, y poderoso. El núcleo. El alma, en casa en la eternidad. Esto es lo que queda cuando miras a través de las prendas de la cultura.
Cuando nos enamoramos, estamos dotados con el brillo de las almas, que apenas percibimos y que naturalmente existen allí. Durante los años juntos el alma nunca impone. Está olvidado, oscurecido por todos esos proyectos. Y enterrado debajo de las banalidades cotidianas. La forma en que es.
O está reservado, exclusivamente a sí mismo. Entonces, sin embargo, perece. Su luminancia disminuye cada vez más hasta que se encapsula. El alma solo vive cuando es deseada y alimentada. Y cuando se encuentra con su propia especie. Entonces puede vibrar, resonar y comunicarse. Entonces comienza el diálogo. Verdaderamente encontrar al otro ser humano. Ese familiar tumbado entre las almohadas.
Es un encuentro sin palabras. Es un tiempo para nuestras almas.
Fuente: https://www.logon.media/es