La sabiduría de los Amerindios
“El objetivo de la vida para nosotros no es adorar a una deidad exterior, sino caminar cada día en la Belleza”
Oh tú, creador todopoderoso,
Que ahora pueda restablecerse la armonía universal.
Que puedas renovar todo mi ser en la armonía y la belleza.
Que yo sea iluminado y protegido por la fuerza de tu armonía universal.
A ti, hago ofrenda de mis penas, de mis preocupaciones y de todo lo que me dificulta.
A partir de ahora que todo sea armonioso.
Que todo sea bello.
Oh tú, creador de los universos, tú eres mi único compañero,
Sólo por tu sagrada voluntad camino,
Y por tu camino sagrado yo soy restaurado y renovado
Caminando en la belleza.
Con la belleza ante mí, yo recorro mi camino,
Con la belleza detrás de mí, recorro mi camino,
Con la belleza sobre mí, recorro mi camino,
Con la belleza a mi alrededor, recorro mi camino,
Todo se ha vuelto de nuevo belleza,
Todo se ha vuelto de nuevo armonía
Todo se ha vuelto de nuevo equilibrio
Todo se ha vuelto de nuevo perfecto.
(Oración de la mañana de los Dineh – Navajo)
Hoy existe un gran interés por las culturas de los pueblos primitivos y de los amerindios. Pero la percepción que tenemos de estas culturas se basa principalmente en estereotipos. Imaginamos a los indios americanos como “salvajes” que viven totalmente unidos a la naturaleza, conectados con un pasado lejano de la humanidad, llevando una vida diametralmente opuesta a la civilización moderna. O los vemos como sabios, chamanes, que viven en comunicación directa con los animales, la naturaleza y los espíritus desencarnados. Pero estas representaciones románticas son imágenes mentales que han sido creadas de todas las formas, por ejemplo por la industria cinematográfica de Hollywood, como en la película “Pequeño Gran Hombre” o en “Bailando con lobos”. Estas imágenes impregnan nuestra cultura occidental y enmascaran la realidad.
Los nombres por los que conocemos a los pueblos amerindios, como “Sioux”, “Cheyenne”, o “Navajo”, no son sus verdaderos nombres. Son denominaciones que les han sido dadas por quienes les han colonizado. Los pueblos amerindios se acuerdan de que ellos han sido creados para cumplir el pensamiento de Dios. Por esta razón, se denominan “el pueblo auténtico”, “los Hombres Verdaderos”, o “los verdaderos humanos que caminan sobre la tierra”.
Para quienes han estado directamente en contacto con el pensamiento y la espiritualidad de los amerindios, la realidad es muy diferente de la que se nos muestra en las películas y las novelas.
Las espiritualidades amerindias se suelen describir como religiones chamánicas destinadas a dominar las fuerzas de la naturaleza en relación con los animales y las plantas. En realidad, para la sabiduría amerindia, el pensamiento divino es el que ha creado el mundo que nos rodea. El ser humano que habita este mundo creado por el pensamiento es, él mismo, un pensamiento de Dios. El ser humano tiene, pues, una responsabilidad inmensa, porque el pensamiento de los seres humanos sigue llevando los caracteres del pensamiento divino y prosigue la obra de creación del mundo.
El fundador de la antroposofía, Rudolf Steiner, dijo a este respecto que el pensamiento amerindio se mantuvo intacto hasta el siglo XX para servir de contrapeso al pensamiento occidental en el momento en que este pensamiento se cristalizaría totalmente, se volvería automático y desprovisto de vida.
Las espiritualidades amerindias, en su forma más pura, son una religión basada en el tipo primordial de la humanidad, la humanidad original. Cuando se habla de la consciencia de los pueblos primeros, o de los pueblos primitivos, muchos piensan que esta consciencia de los comienzos de la humanidad era todavía crepuscular y que, en general, la consciencia de los amerindios estaba fuertemente unida a la naturaleza. Los amerindios perciben su propia espiritualidad como una relación directa con la Naturaleza con N mayúscula, es decir, la naturaleza primordial. Se funden en un complejo sistema de mitos que narran la creación de la Tierra, de los cielos, del ser humano, y de cómo el ser humano entra en relación con la creación divina.
Las actividades de la vida cotidiana y la espiritualidad se tejen juntas de la misma manera que se tejen hilos de lana para fabricar magníficas alfombras. En realidad, son nuestros pensamientos los que tejen todo en el gran entramado de la vida y lo transforman en un camino de belleza y armonía.
Según la cosmogonía cristiana, hubo un paraíso, un edén, un campo alquímico puro de desarrollo de la vida. Este campo puro fue dado al ser humano para que manifestara la gloria y la belleza del pensamiento de Dios. El hombre del origen, el primer Adán, caminaba todavía ” de la mano de Dios”. Su objetivo era llevar una vida puramente espiritual, aunque materialmente no poseía nada. Había un camino que permitía volver a Dios inmediatamente, sin sacerdotes ni iglesias, sólo por la vida cotidiana, la vida manifestada en los reinos de la naturaleza, el paisaje, los elementos naturales, las plantas y los animales que rodeaban al hombre.
Este camino podría llamarse «el primer camino». Está vigilado, todavía hoy por las escuelas interiores de varias religiones, en particular de los amerindios. El «primer camino» es el camino directo hacia Dios, un camino que orienta al hombre, al alma y al espíritu hacia la única meta espiritual.
Cuando el pensamiento del Origen toca directamente al hombre, el pensamiento humano vuelve a su pureza, a su equilibrio y a su armonía original. El tipo primordial renace a la vida, el pensamiento humano refleja la voluntad divina y el círculo universal se reformula en perfecta armonía. Este es el camino por el que, según los términos rituales amerindios, el hombre «camina en la belleza».
Para quien recorre este primer camino, se liberan grandes fuerzas y, a la luz del alba, el campo natural, que durante tanto tiempo fue un enemigo, se convierte para él en la más bella de las armonías. De las cuatro direcciones del círculo universal, se forma una unidad perfecta. El pensamiento divino se manifiesta de nuevo en el comportamiento de vida y en los actos de tal hombre. Para los amerindios, este círculo universal es la primera representación de Dios. Los círculos son la manifestación del pensamiento de Dios. El mundo está hecho de círculos, de vibraciones y de ciclos. Todo parte del origen, describe un gran círculo y regresa al origen, tal como el Sol se eleva, en la blancura del alba, al oriente, asciende el azur hasta el cenit en dirección al sur, describe un amplio círculo en el cielo puro, llega la noche, describe un vasto círculo en el cielo para, por la noche, caer en el esplendor dorado de la dirección del oeste, luego desaparece en la oscuridad de la noche estrellada donde su presencia central está marcada, en la dirección del norte, por la estrella polar, la estrella a cuyo alrededor las otras estrellas describen, también, un gran círculo.
Según los amerindios, hace mucho tiempo el mundo era un gran lago circular, totalmente tranquilo e inmóvil. Alrededor de este lago no había nada. No había nada entonces: ni el cielo, ni la Tierra, ni las estrellas, ni las plantas, ni los animales. Los seres humanos sólo existían como posibilidades. Sólo existía el pensamiento del creador que se cernía sobre el lago como un sol brillante. Un día, el creador dejó caer una piedra en el lago y las ondas concéntricas comenzaron a propagarse desde el centro hacia las orillas del lago. Las ondas en la superficie del agua se convirtieron en las olas de vida de los reinos mineral, vegetal, animal y humano. Las montañas aparecieron, los ríos y los océanos se llenaron, las nubes aparecieron en las cuatro direcciones. La Tierra sólida fue creada con sus lugares sagrados y comenzó a describir un vasto círculo.
Las plantas comenzaron a crecer en la tierra. Las plantas de maíz aparecieron y se prepararon para alimentar a los humanos. Sobre la Tierra, aparecieron luces, el Sol y la Luna describieron grandes círculos, y luego las estrellas. Las estaciones aparecieron con sus sucesiones de períodos fríos y cálidos.
Animales de múltiples formas comenzaron a moverse en grandes círculos en la tierra, alrededor del lago circular. Bisontes que galopaban en las llanuras inmensas, águilas volando en círculos, cada vez más alto hacia su creador, osos que seguían los ritmos del despertar de la primavera y del sueño del invierno, salmones que seguían el gran círculo de arroyos y ríos.
Entonces aparecieron los humanos. Un viento comenzó a soplar desde las nubes que rodeaban el lago circular. Con este soplo, el primer hombre y la primera mujer fueron formados. El primer hombre tenía un cristal de roca con él. Con un rayo de sol, hizo un fuego. La primera mujer preparó su campamento con una choza circular. Llevaba consigo una piedra de turquesa. Ella frotó la piedra y apareció un fuego. Entonces vio a la distancia la luz del fuego del primer hombre y se acercó. Decidieron vivir juntos y éste fue el comienzo de toda civilización humana.
Después de un tiempo, las olas provocadas por la roca continuaban propagándose y llegaron a las orillas del lago circular. Luego empezaron a propagarse de nuevo, desde las orillas del lago hasta el punto central donde la piedra había sido arrojada. Fue el comienzo de la segunda fase de la creación, el retorno de todo a su origen.
Poco a poco, las especies animales comenzaron a desaparecer, las plantas se hicieron menos numerosas, las montañas se acercaron más. El mundo se hizo más pequeño, los hombres y las mujeres tenían menos espacio para vivir y tenían que aprender a vivir juntos y a comprender sus diferencias. Las cuatro razas, con sus colores negro, blanco, amarillo y rojo, iban a tener que unirse para formar un solo pueblo.
Todo lo que vivía debía aprender a volver al centro del que todo había venido a la vida. Todo se resolvería en el punto central, todo volvería a estar unido, porque la superficie del lago volvería a estar totalmente inmóvil. Este sería el final de un ciclo de manifestaciones, a la espera de otro ciclo.
En esta historia amerindia de la creación, el mundo describe un gran círculo para volver a su punto de origen. En otras historias, es el hombre quien le da a cada animal su nombre. Los seres humanos debían ser los administradores y los protectores de todos los reinos. En la Biblia, en el Génesis, es también el primer hombre y la primera mujer los que debían hacer fructificar el dominio de vida original, el Jardín del Edén con sus cuatro ríos de vida.
Probablemente conozcan estos mitos de la historia de la creación del mundo, del paraíso del origen. Los han visto representados en imágenes y los han leído descritos en libros. Pero es muy diferente leer la descripción de un lugar en un libro y verlo en realidad. Por ello el contacto directo con la filosofía amerindia es casi siempre un choque psicológico y cultural para el hombre occidental moderno.
La Fuente primordial de la que todo procede se expresa directamente mediante la radiación, no con palabras o escritos. Es como el sol divino que envía sus rayos para iluminar nuestro mundo y su humanidad.
Jan van Rijckenborgh, fundador de la Rosacruz Áurea –escuela espiritual gnóstica moderna– representa la sabiduría amerindia por la figura de Hiawatha, la personificación de la vida más alta, la mejor y la más noble. Cuando Hiawatha se arrodilla hacia el sol naciente, como lo hacen todavía hoy miles de amerindios en la oración de la mañana, entra en conexión consciente con el Eterno que está detrás de toda apariencia. Es una conexión directa con el estado de consciencia del hombre original. Los rayos del sol naciente penetran profundamente en nosotros, en lo más profundo de nuestro corazón, atraviesan todas las capas de la consciencia y del subconsciente, llegan a la fuente original de toda vida.
Para terminar esta presentación sintética de la sabiduría amerindia, citamos una oración Navajo (extracto de navaho myths, Prayers and Songs de Matthews Washington):
«Creemos en el pensamiento universal. Todo, absolutamente todo, tiene su origen en el pensamiento. Así, tener una verdadera higiene diaria de los pensamientos es el comienzo de todo camino espiritual.
Los seres humanos, los animales, las plantas, nuestra madre la Tierra, el Sol, la Luna, los cuerpos celestes, nuestro padre el cielo, todos participan del mismo espíritu, todos tienen una vida inteligente, cada uno tiene su forma y su trabajo particular que hacer, de acuerdo a la forma de pensamiento del creador de todo lo que da a cada uno su propia melodía y vibración.
Creemos en la dualidad de todas las cosas manifestadas. Todo lo que existe en la manifestación tiene su opuesto. Todas las cosas tienen un lado positivo y un lado negativo. Nuestro mundo es un vasto círculo en el que todo está interconectado. El universo tiene una consciencia y nosotros somos parte de esa consciencia. Se manifiesta mediante un pensamiento universal. El pensamiento es el origen de todo lo que existe. El aire que respiramos y exhalamos, el agua que bebemos y desechamos, todo lo que forma nuestro cuerpo, todo está en un gran círculo de transformaciones, a través de nosotros mismos, y esto desde hace miles y miles de años.
El propósito de la vida para nosotros no es adorar a una deidad exterior, sino caminar cada día en la belleza. Nuestra oración no la hacemos todos los domingos en una iglesia. Nuestra oración es nuestro estado interno. Oramos en cada momento del día, en nuestra vida cotidiana, en los momentos más sencillos. Rezar es una forma de ser, una forma de vivir en paz, en equilibrio, en armonía.
Así es como caminamos en el vasto círculo de la vida.
Así es como caminamos en la Belleza perfecta hasta la Vida Eterna. »
Fuente: https://www.logon.media/es
Texto: Sylvain Gillier Imbs, País: Francia, Imagen: Pixabay CC0