Del autoaislamiento a la auto liberación
Del autoaislamiento a la auto liberación
Nos gustaría contemplar algunos aspectos del aislamiento que sentimos de vez en cuando. Aislamiento que ahora, más que nunca, es una característica de nuestra vida cotidiana, porque, en estos tiempos, es importante encontrar aquellos aspectos de nuestra vida en los que realmente podamos hacer algo. Y, realmente, éstas son las cosas que, con el conocimiento interno correcto, pueden movernos, definitivamente, hacia una nueva realización espiritual.
Por supuesto, hacemos lo necesario físicamente para evitar perjudicarnos nosotros mismos y a los demás. Sin embargo, al hacerlo, pronto encontramos que el aislamiento que experimentamos pone en primer plano de nuestra consciencia algunas preguntas profundamente personales y también espirituales. Quizás ahora más que nunca anhelamos la convivencia, la comodidad, la asistencia. Podemos sentirnos aislados, física y espiritualmente, como si estuviéramos en un estado de limbo o animación suspendida.
Este sentimiento es comprensible porque, cuando nos quedamos solo con nosotros mismos y la realidad interna de nuestras relaciones personales, estar físicamente aislados puede llevar a cuestionarnos si también estamos espiritualmente aislados. O, de hecho, puede ocurrir que ya estemos aislados espiritualmente, pero solo ahora nos demos cuenta.
Sin embargo, ¿podría ser que, en lo que respecta al aislamiento físico y espiritual, descubramos que nos estamos moviendo en direcciones opuestas? ¿Podría ser que, cuando tenemos una conexión física con los demás en nuestra vida cotidiana, descuidemos nuestras necesidades internas y nos quedemos espiritualmente aislados? ¿O solo nos sentimos atraídos a reconectarnos espiritualmente en los momentos en que nos encontramos físicamente aislados? A todos nos gustaría obtener una respuesta clara sobre si estar físicamente aislado de los demás debería generar una experiencia de conexión espiritual, o no.
Bueno, en realidad podríamos encontrar dos respuestas a esta pregunta: ¡sí y no! Sí, puesto que el aumento de nuestro aislamiento físico lleva consigo la oportunidad de que disminuya nuestro aislamiento espiritual. Y no, ciertamente no, porque podemos encontrar que las diversas reacciones humanas a nuestro aislamiento físico requieren también cierto grado de aislamiento espiritual. Para encontrar la manera de salir de este dilema, consideremos primero la respuesta “no”: ¿cuáles son las características del aislamiento físico por las que también podría valer la pena aislarnos espiritualmente?
En primer lugar, debemos aislarnos del miedo, la preocupación y la ansiedad que nos rodean y existen dentro de nosotros.
Hay tantos factores desconocidos en la vida que un cierto grado de malestar es una reacción fisiológica natural. Pero realmente deberíamos tratar de evitar quedar atrapados en el miedo y el pánico que surge en tal incertidumbre.
Necesitamos recordar que la mayoría de los eventos y momentos de nuestra vida rutinaria nos son desconocidos antes de que sucedan, así que si nos gusta planificar con anticipación o simplemente vivir el día, de cualquier manera, realmente no tenemos idea de lo que el próximo momento podría traer. Por tanto, estos tiempos no son realmente diferentes, a nivel individual.
En consecuencia, es importante que tengamos una idea clara de esta realidad e intentemos poner en perspectiva este fenómeno de pánico y miedo irracional. Reflexionando sobre nuestras propias acciones y reacciones, y absteniéndonos conscientemente de alimentar las monstruosas fuerzas astrales que acompañan al miedo y al pánico, podemos conseguir una verdadera comprensión espiritual de los orígenes, atributos y predicamentos generados por las limitaciones de nuestra percepción sensorial y nuestros instintos naturales en tanto que seres humanos.
En segundo lugar, debemos aislarnos de la subjetividad y del engaño generalizado, los rumores y las especulaciones que creamos nosotros mismos, o permitirnos entrar a través de chismes, chats, redes sociales o el torrente constante de noticias de última hora. Debemos observar objetivamente todas estas cosas, para no quedar atrapados en ellas, ni sucumbir a ellas. Cuando hacemos un esfuerzo consciente para encontrar quietud y observar objetivamente, podemos separar el caos y la subjetividad de estas fuerzas especulativas de los hechos reales del asunto.
Entonces podremos ver inmediatamente la situación en una realidad clara, racional y armoniosa, en lugar de ser arrastrado por el torbellino de emociones y especulaciones. Cuando así nos hemos aislado en esos momentos de quietud y objetividad, podemos discernir que hay dos fuerzas trabajando en nosotros y en quienes nos rodean: una fuerza que es tangible, volátil y dinámica; y otra fuerza que es intangible, invariable y estática.
Una es discernible subjetivamente a través de nuestros sentidos; la otra no puede percibirse ni captarse, sino que solo puede discernirse objetivamente en el silencio de nuestro corazón, cuando estamos en quietud por un momento para observarlo. De hecho, encontramos que una es la voz del ego, la otra es una voz interna, que solo escucharemos cuando estemos realmente en calma y abiertos a ella.
Por lo tanto, en tercer lugar, debemos tratar de aislarnos del caos y la confusión que nos rodea, para encontrar una calma y un silencio internos, en los que podamos escuchar esa voz interior. Solo entonces podremos concentrarnos en nuestra conexión con esta esencia interna, la esencia que se crea en el espacio fuera de nuestra existencia egocéntrica y exotérica en el mundo. Entonces nos daremos cuenta de que la base de esta conexión es ese elemento divino, el Otro Interior que reside dentro de nosotros. Si nos abrimos a esta fuente, nos guiará a una nueva comprensión, a un nuevo estado de consciencia, basado en el terreno firme de nuestra objetividad, percepción y autoconocimiento.
Entonces, ¿qué pasa con la respuesta: “sí, el aislamiento físico trae consigo la oportunidad de disminuir nuestro aislamiento espiritual?” Bueno, esta posibilidad depende de cómo hayamos reaccionado a la pregunta anterior, y de si tuvimos éxito en aislarnos espiritualmente de esas tres fuerzas que rugen a nuestro alrededor.
En primer lugar, en la quietud o soledad de nuestro aislamiento, podemos darnos cuenta de que lo que pensamos que nos conectaba con nuestra espiritualidad exotérica no era la unión física del grupo, congregación o religión a la que pertenecíamos. Más bien, es nuestro anhelo interno, nuestro estado interno de anhelo lo que engendra la expresión de nuestra búsqueda espiritual. Tal vez hasta ahora, nunca nos hemos detenido el tiempo suficiente para reconocer realmente qué fue lo que nos llevó a buscar de esta manera, y quizás ésta sea la primera oportunidad que hemos tenido de notar la existencia de esa voz interior que siempre ha estado presente en nosotros.
En segundo lugar, nuestro aislamiento físico de cualquier guía o autoridad externa trae consigo, inadvertidamente, la oportunidad de orientarse hacia el interior, para buscar la guía de nuestra autoridad interior, la voz del “otro” interior. Entonces, ahora que reconocemos por qué existe este anhelo interno, podemos dejarnos guiar por nuestro anhelo de libertad espiritual, en unidad con todos los que la buscan. Y cuando lo hacemos, reconocemos que todos somos iguales; nos damos cuenta de que el elemento divino que nos guía, la fuerza que nos conecta con la fuente, es una, la misma en nosotros que en cualquier otro cuerpo.
Nos damos cuenta de que espiritualmente, todos somos uno; estamos interconectados como uno, a través de la esencia divina que reside en cada uno de nosotros. Por lo tanto, el principio primordial, la esencia de toda la humanidad, es el Uno. Con este reconocimiento interior, renunciaremos incondicionalmente a todos los sentidos del yo egocéntrico, del individualismo, de superioridad o inferioridad, de separación y de aislamiento; ¡Nos rendimos a la interconexión de todo!
En tercer lugar, este reconocimiento interno de nuestra interconexión nos lleva a una nueva perspectiva de la vida, una nueva actitud de vida que interconecta no solo con la esencia espiritual de todos los demás seres humanos, sino de toda la vida: cada animal, cada planta, cada roca, cada gota de agua y cada respiración de aire. Cuando hemos experimentado esta reversión fundamental, este cambio fundamental que nos lleva a mantener un nuevo comportamiento de vida, experimentamos una transformación de la consciencia egocéntrica a la consciencia universal.
Ahora podemos ver claramente que nuestro aislamiento físico es una ilusión. Porque estamos conectados no solo en y a través de nuestra proximidad física con nuestros semejantes y todo lo demás, sino que también estamos conectados directamente a través de las fuerzas etéricas, astrales y mentales que se extienden entre todos nosotros y al cuerpo espiritual puro que impregna el universo.
Ahora, a través de la reflexión interna, podemos descubrir los cuatro pasos desde el aislamiento espiritual hasta la unidad espiritual: a través de la comprensión, el anhelo de salvación, la entrega de uno mismo y un nuevo comportamiento de vida, lo que nos conduce a nuestra liberación en un nuevo campo de vida, la consciencia universal. Entonces nos habremos dado cuenta de nuestra auto-transformación, de haber pasado del aislamiento a la liberación. Y entonces, cualquier sensación que pudiéramos haber tenido de aislamiento espiritual habrá desaparecido, y mientras vivamos en el mundo, ya no estaremos en deuda con el mundo. ¡Nos habremos vuelto verdaderamente libres!
Texto: Joseph Murray, País: Nueva Zelanda, Imagen: Marion Pellikaan
Fuente: https://www.logon.media/es